Lo que se espera de la nueva normalidad

Cuando la covid desaparezca, que lo hará, llegará la hora de hacer balance
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Jefa de Política de Heraldo de Aragón
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Cuando la covid desaparezca, que lo hará, llegará la hora de hacer balance de los errores cometidos para empezar a diseñar juntos la nueva normalidad. Será el momento de recompensar el esfuerzo de los investigadores por su compromiso para conseguir vacunas en un tiempo récord; de exigir un cambio de talante a la elite política nacional para que la crispación se diluya y se afiance la capacidad de diálogo; de recordar a los que nos cuidaron, a los que nos alimentaron, a los que nos protegieron, a los que nos informaron… Y de extraer de una experiencia traumática las claves para avanzar hacia una sociedad mejor, aunque solo sea por honrar la memoria de los tres millones y medio de vidas que se ha cobrado la pandemia.

Aunque el coronavirus desaparezca, nada volverá a ser como antes. Nuestra forma de afrontar la vida cambiará porque ahora sabemos que somos vulnerables. La ambición, la avaricia y la apuesta por una hiperglobalización comercial y financiera avivaron la expansión mundial de un virus que se cebó con una sociedad aletargada, que olvidó incluir la salud pública entre sus prioridades. Los errores se pagan, y el precio de esta falta de previsión resulta desorbitado.

En vísperas de nuestro segundo verano en pandemia, la sociedad se divide entre los que quieren exprimir al máximo un irreal sucedáneo de normalidad y los que luchan por superar el duelo. Aunque la vacunación avanza, no es momento de cantar victoria. Ni mucho menos. Sería imperdonable tropezar por quinta vez en la misma piedra.

Cuando pase la covid, será el momento de hacer balance de los errores cometidos para diseñar juntos la nueva normalidad que queremos. Por justicia, los investigadores, que durante décadas han sido los grandes olvidados, deberían preservar el reconocimiento profesional que se han ganado al diseñar vacunas en tiempo récord que permitirán que medio mundo esté pronto inmunizado. El resto tendrá que esperar. Recuerda Antonio Guterres, secretario general de la ONU, que "nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo", de manera que se antoja imprescindible empezar a ser solidarios.

La decisión estará en manos de una clase política que, a nivel nacional, se ha revelado incapaz de anteponer el bien común a los intereses partidistas, brindándonos esperpénticos espectáculos en el Congreso de los Diputados como si esta pandemia no fuera con ellos. Es tal el descontento ciudadano que medio millar de personas, entre ellos expertos de Derecho y exaltos cargos, han suscrito un manifiesto en el que se declaran “radicalmente moderados” y exigen a la clase política que apure su capacidad de alcanzar consensos. Debería propiciar la nueva normalidad en la elite política un cambio de talante que permita reconstruir económicamente un país que roza los cuatro millones de desempleados.

En la era postcovid sería bueno recordar, aunque sea de cuando en cuando, el esfuerzo que realizaron los que nos cuidaron, los que nos alimentaron, los que nos protegieron, los que nos informaron… Porque los periodistas también han sido esenciales. Resultaría difícil de entender que una sociedad ilustrada renuncie sin más a su derecho a estar informada y se deje embaucar por quienes incitan a matar al mensajero tejiendo cortinas de humo para distorsionar la realidad.

Para los periodistas no ha sido fácil informar en tiempos de pandemia. En los peores meses de la covid, se restringió al máximo el acceso a los hospitales, a las unidades de cuidados intensivos y a las residencias en un intento de ‘ahorrar’ a la opinión pública la dantesca visión de lo que estábamos viviendo. Aprovechando el confinamiento se filtraban preguntas incómodas sobre la gestión de la pandemia hasta que los profesionales se unieron para exigir a las autoridades que respetaran la libertad de prensa. Se ha intentado informar con responsabilidad, apoyando las noticias en criterios científicos, dando voz a los sanitarios, empatizando con los que sufren, con los que luchan por salvar sus negocios, con los arrastrados por la crisis a las filas del hambre. Conscientes de que detrás de las cifras hay personas. Ejerciendo con dignidad una profesión que ponen en riesgo quienes, sin formación, difunden bulos a través de las redes sociales. Ojalá esa nueva normalidad traiga consigo un reconocimiento mayor al trabajo que se realiza desde los medios. Con su trabajo durante la pandemia se lo han ganado.