El poder transformador de las bibliotecas en la educación
La lectura es la base del conocimiento y el progreso

En las bibliotecas se construyen los ciudadanos del mañana. La lectura es la base del conocimiento y el progreso.
Etimológicamente, la palabra biblioteca tiene su origen en la palabra griega, que está compuesta por biblion (libro) y théke (armario, contenedor); es decir, la palabra hace referencia literal a un espacio donde se guardan o almacenan libros. La importancia de la biblioteca en los centros educativos transciende de ser un contenedor de libros para convertirse en un instrumento fundamental en la formación del alumnado, que requiere de aprendizajes que desarrollen su hábito lector y de curiosidad por el mundo que le rodea. El libro almacenado en esos contenedores va a dotar al estudiante de habilidades que le permitan tener capacidad de pensamiento crítico y así ser capaz de lograr sus metas con un completo bagaje técnico y humano.
Es indiscutible el papel de las bibliotecas en los centros educativos, por lo que es primordial valorar su utilidad y deben estar involucradas en el proceso educativo, convirtiéndose en un espacio cultural, social, educador y económico. En una comunidad educativa, son lugares de encuentro, de comunicación y participación para facilitar el acceso libre y voluntario a la lectura, la investigación y la creatividad.
Sócrates temía que, por culpa de la escritura, los hombres abandonasen el esfuerzo de la propia reflexión. Hoy, con la irrupción de la tecnología, la forma en que almacenamos y procesamos la información está cambiando rápidamente. La facilidad con la que accedemos a cualquier dato a través de internet ha transformado la forma en que aprendemos, introduciendo nuevos desafíos. El “Efecto Google” describe cómo la facilidad de acceso a la información en línea está reconfigurando nuestra memoria. Al saber que podemos encontrar cualquier dato en internet con solo unos clics, tendemos a confiar menos en nuestra propia capacidad de retención. Esta externalización de la memoria puede tener implicaciones significativas para nuestra capacidad de aprendizaje y nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Estamos asistiendo a una nueva era en la que la inteligencia humana y la artificial se entrelazan.
Nuestra sociedad, cada vez más acelerada, está sacrificando la profundidad de pensamiento en aras de la inmediatez. En un mundo saturado de información instantánea, la lectura se convierte en un acto de rebeldía, una pausa necesaria para la reflexión profunda. La escritora Irene Vallejo pone su foco en la pausa necesaria para realizar el acto de la lectura: «Un libro respeta nuestra atención, nos mantiene desconectados de las urgencias, las notificaciones y la publicidad. No tiene baterías que recargar, es resistente y puede ser muy bello. No sufre la obsolescencia programada, pues su vida útil alcanza siglos y siglos. Suena, huele, se puede tocar».
La lectura nos enseña a ponernos en los zapatos de los demás y a ver el mundo a través de sus ojos. Los habitantes del mundo antiguo estaban convencidos de que no se puede pensar bien sin hablar bien: “los libros hacen labios”, decía un refrán romano.
No podemos permitir que la era digital eclipse la importancia de la lectura y las bibliotecas. Debemos defender estos espacios como baluartes de la cultura y el conocimiento. Desde la antigua Grecia hasta la era digital, las bibliotecas han sido y seguirán siendo pilares fundamentales de la educación. A pesar de los avances tecnológicos, el libro sigue siendo un objeto mágico que nos transporta a otros mundos y nos permite conectar con las grandes mentes de la historia. La biblioteca es el puente entre el pasado y el futuro, un lugar donde tradición y modernidad se unen para enriquecer nuestras vidas.
«Somos seres entretejidos de relatos, bordados con hilos de voces, de historia, de filosofía y de ciencia, de leyes y leyendas. Por eso, la lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella. No puede desaparecer lo que nos salva. Los libros nos recuerdan, serenos y siempre dispuestos a desplegarse ante nuestros ojos, que la salud de las palabras enraíza en las editoriales, en las librerías, en los círculos de lecturas compartidas, en las bibliotecas, en las escuelas. Es allí donde imaginamos el futuro que nos une». Manifiesto de la Lectura de Irene Vallejo.