No hay ninguna práctica artística que sea tan democrática como la fotografía. Todos hacemos fotos y salimos en ellas, aunque esa pulsión responda menos a una necesidad artística que a nuestra adicción al registro vital y la autoficción en una era en la que la interconexión digital ha exacerbado el individualismo de las sociedades capitalistas. La fotografía amateur ha transitado desde el álbum familiar y el álbum de viajes a una constante exaltación del yo como producto de consumo.
Desde hace un par de años, dirijo el festival de fotografía y artes visuales PHotoESPAÑA, un certamen que se fundó cuando tenía dieciocho años. Ahora tengo cuarenta y cinco y soy consciente del salto generacional entre mis inquietudes...
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